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18.05.2008 – Kayak – por Gaspar Laprida

Kayak a Lisasso con mi viejo, 2008

Relato de mi primer campamento en kayak, escrito hace muchos años.

Hace tiempo que quería andar en kayak “en serio”. Siempre que salía era en salidas familiares, pero yo quería ponerme a prueba. Resulta que un día, con mi viejo nos planteamos el tema de ir hasta La Islita en kayak una tarde y volver al día siguiente. Ese fue básicamente el plan, que tomo un tiempo en realizarse. En realidad nunca se realizo, porque el plan cambió tanto que ya parecía otro. Después de un tiempo, nos volvimos a plantear el tema, pero con más seriedad, entonces nos decidimos a salir ese fin de semana.

Hasta ese entonces el plan era el mismo, pero en un instante, justo antes de partir, mientras comprábamos la comida, decidimos quedarnos un día de vagancia en La Islita y volver dos días después. En el auto, yendo al lago, el plan se volvió a modificar, en lugar de ir a La Islita, iríamos a Lissaso, una playa más lejana. Y así fue, como entonces salimos con los kayaks cargados por demás. Con la caja de pesca atada por encima del tambucho y los tambuchos a tope.

Desde la bahía hasta la puntilla el lago estaba calmo. Fue ahí donde agarramos justo un poco de viento. Al pasar la puntilla se volvió a calmar, seguramente era un remolino de viento que se formaba por chocarse con la puntilla. El lago era un espejo. Relajante. Lindo de andar. Disfrutable. Con la cámara siempre a mano, salieron fotos y videos. Pero había que avanzar. Llegamos hasta la islita sin problemas y nos dimos cuanta de que el antiguo plan era demasiado fácil. Al pasar un par de bahías, nos encontramos con Elvis. El Visón. Es un animal que anda por el agua parecido a una comadreja. Lo seguimos, lo filmamos. Luego, al pasar la siguiente bahía, el viento nos jugo en contra. Aunque todavía era leve, nos pronosticaba lo que se nos venia. Seguimos avanzando con el viento de frente. Empecé a sentir molestias en mis hombros. A medida que pasábamos bahías, el viento se nos hacia cada vez mas enemigo. Llego un momento en que me propuse remar sin parar hasta que lleguemos. Me cansaba a cada paleada. Se ponía difícil. El sonido del viento en mis oídos me atemorizaba, pero me daba mas razones para seguir, pues llegar seria una gran hazaña.

Vivimos hermosos paisajes, alucinantes rocas saliendo del agua. Me distraje un poco con el paisaje mientras remábamos, y para cuando me volví, ya estábamos llegando. De vuelta con miedo. Remando a más no poder. Pero estábamos en la última bahía, y el viento era cada vez peor. Veía la última puntilla tan cercana, pero tan lejana a su vez, por que el viento no dejaba avanzar. Las olas más grandes me cubrían hasta el pecho. Atemorizado y con el último suspiro, pasamos la puntilla, pero el problema recién empezaba.

Ahora teníamos que ponernos de costado a las olas para desembarcar. Inteligentemente, buscamos un buen lugar y fuimos haciendo zig-zag, de modo tal que no estuviéramos nunca de costado a las olas. El viento calmo y desembarcamos.

 

Preparamos campamento, nos cambiamos de ropa, juntamos leña, y nos esperaba un cálido fogón por la noche. Durante el campamento, muchas fotos y diversión. Por la noche un rico arroz, un fogón que nos mantenía calentitos y una luna impresionantemente estremecedora. Iluminaba que daba miedo. Pero convertimos ese miedo en un motivo de charla y diversión.

Dormimos y al día siguiente un sol radiante. Recorrimos por tierra el lugar, así como lo hicimos más tarde por agua. Jugamos mucho con los kayaks, nos divertimos y practicamos algunas cosas básicas. Ahora me sentía más seguro. Por la noche, otra luna glamorosa. Un fogón tierno y rica comida. Solo le faltaba una guitarra de fogón para hacerlo más cálido.

A la mañana siguiente, otro desafío. En 2 horas desayunamos, desarmamos campamento, armamos kayaks y salimos. El lago estaba calmo por suerte. Igualmente yo estaba cansado. Reme sin técnica para no cansar los mismos músculos. Sabíamos lo que se nos venia. Estaba pronosticado viento.

Pasando La Islita el viento cambio. Se puso más brusco. Viento de cola que te movía el kayak y lo hacia inmaniobrable. Una remada irregular, pero a un paso bastante rápido. Ya llegando a la costa, a nuestra meta, el viento enfurecido y desafiante por poco me da vuelta. Teníamos que decidir entre rodear la costa o ir por el medio del lago. Poco inteligentemente elegimos ir por el medio del lago, por que yo estaba cansado y queríamos llegar lo más rápido posible.

En medio de la nada, el viento quiso cantar victoria y se me planto frente a frente, desafiante. Yo deje de remar. Relaje la cintura y aunque el viento y el lago me movían el kayak, yo me balanceaba y quedaba estático. Así fue como vencí al viento. Después de esa gran ráfaga, se rindió ante mí y calmó. Llegamos a tierra cansados, pero victoriosos y contentos.

Gaspar Laprida -14 años (18-05-08)